miércoles, 5 de noviembre de 2014

Etiquetas: going beyond

En varios de los grupos de Psicología del Desarrollo ha salido en las últimas sesiones el tema de las ´etiquetas´ en relación a su uso en contextos educativos, partiendo de ejemplos como "ese niño es TDAH", "esta otra tiene dislexia" ... Si pensamos en para qué sirven las etiquetas que acompañan a productos (una blusa o un bote de tomate frito, por ejemplo), podríamos decir que en ellas encontramos información más o menos valiosa sobre su composición y propiedades o recomendaciones acerca de su uso. Si pensamos en para qué sirven las ´etiquetas diagnósticas´ que en muchos casos se ´adjudican´ a personas que presentan comportamientos (o pensamientos, o emociones) llamativos porque se salen de la norma, podemos ir mucho más allá. Las etiquetas pueden servir para ´tranquilizar´ a unos padres preocupados o a unos maestros desesperados, que ahora tienen un nombre para hablar de lo que ocurre y que, en ocasiones, encontrarán ´pautas´ sobre cómo proceder u otros ´apoyos´ a los que acudir. ¿Hasta qué punto identificar y dar nombre a algo puede frenar nuestros deseos de indagar sobre ese algo? ¿Hasta qué punto hacer esto puede conducir a refugiarse en recetas o protocolos que en lugar de ayudar limiten?

Estas preguntas, y otras, las aborda Marino Pérez Álvarez (psicólogo clínico y Catedrático del Departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo). Con una mirada crítica, en la entrevista que concede, y que encontraréis aquí, creo que nos hace atender a diferentes intereses que pueden estar funcionando en torno a la casi ´comercialización´ de diagnósticos como el del TDAH, en exponencial aumento (su último libro en co-autoría, de hecho, se titula "Volviendo a la normalidad. La intervención del TDAH y del Trastorno bipolar infantil", una interesante revisión en un blog aquí).

A continuación un fragmento de la entrevista que me ha parecido especialmente interesante:

Fuente de la imagen
" (...) la Psicología tiene un doble papel consistente en desvelar la patologización y predicar con el ejemplo. Si el primer papel lo representan libros como el nuestro, mostrando que los problemas de la vida no por serlo son problemas psicológicos y que los problemas psicológicos no son enfermedades, el segundo se lleva a cabo en la propia práctica profesional. Se refiere, por ejemplo, a la “normalización de los problemas”, como de hecho ya es usual en Psicología, que es tomarlos en serio y, a la vez, situarlos en el contexto de la propia vida como respuestas normales dadas las circunstancias. Se refiere también a la posibilidad de prestar ayuda sin sentirse obligado ni en la necesidad de emitir diagnósticos, definiendo el problema en sus propios términos. Los diagnósticos formales los necesitan los sistemas burocráticos para sus estadísticas, no tanto los propios pacientes, consultantes o usuarios, como no sea para informes y facturaciones. Lo que necesitan los clínicos son evaluaciones, valoraciones, análisis funcionales, “diagnósticos relacionales” y, en definitiva, discernir, distinguir y reconocer, que es lo que significa “diagnosis”.

¿Qué os parece?

1 comentario:

  1. Hola Gloria

    Muy apropiado, en nuestro caso lo podríamos relacionar con los estilos de apego, que muchas veces reducen la complejidad de este fenómeno socioafectivo a una mera etiqueta: seguro, preocupado, huidizo que se aleja y huidizo temeroso, por ejemplo. Como etiquetas dan información general pero no son la cosa etiquetada, para eso hay que ir más allá y contactar con la complejidad de lo etiquetado. Pero ya sabes que tener un nombre para algo, nos puede dar la sensación (errónea) de conocer ya o comprender dicho algo. Y no es así.

    Un saludo

    Alejandro

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